Su paso es lento, pero seguro. Una vez que se instala no se separa de mí, así que ya no me esfuerzo por ignorarlo o por escapar de él. Es curioso, no es una sensación desagradable sentirlo tan cerca, al contrario, se planta ante mí con toda la delicadeza que se espera de un gran caballero, sin embargo te obliga a replantearte muchas cosas.
Cuando aparece él
pone fin a la abundante luz, para llenar mis pensamientos de nubes
que tapan el sol de mis palabras.
Más tarde o más
temprano termino sentándome a hablar con él. Le cuento aquello que
me remueve el alma y al final logra arrancarme una de esas verdades
que te dejan muerto, pero que al mismo tiempo te hacen renacer.
Su papel es de
intermediario. Es él el que sienta en una misma mesa a tus
pensamientos y a mi alma y les dice ¡basta ya!, llegó la hora de
firmar la paz.
Tiene un amigo que
siempre se anticipa a él para hacerme creer que todo está bien, que
todo está en su lugar. Sin embargo, no es así y ahí está él para
recordártelo.
Todo lo que
encuentra a su paso cae al suelo, desparrama su melancolía por todos
los rincones e incluso te obliga a pisar todo aquello que va dejando
a su paso.
Su presencia es un
simple y gran aviso de que nunca debo dejar de buscar en las entrañas
de mi alma y de mis pensamientos, todas aquellas cosas que deben
salir fuera de mi mente para calmar el desorden de lo establecido.
Tengo que reconocer
que su presencia me perturba. Me trae a la memoria recuerdos
melancólicos de mi niñez como las hojas muertas que pateaba cuando
jugaba al fútbol en la puerta de mi casa, o el inicio de un nuevo
año escolar.
También le debo dar
las gracias por hacerme reflexionar sobre la fugacidad de los
instantes felices y, sobre todo, me por enseñarme que el dolor, el
sacrificio y los momentos tristes constituyen la verdadera prueba de
amor. Ese amor que sólo es capaz de dar aquel que te ama de forma
incondicional.
Por eso, amigo
Otoño, muchas gracias por estar aquí otra vez. Por poner,
como todos los años, un punto y aparte en mi vida y darme fuerzas
para seguir luchando y, sobre todo, seguir amando.
Copyright © 2015 Literatumas: blog literario de Martín Lapadula
¡Me encanta adelante!
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