domingo, 1 de noviembre de 2015

Trastero (o galponcito)

Después de muchos años de investigación y de contactar con importantes personalidades del mundo de la arquitectura y la decoración interior, todavía no está claro cuál es el origen del trastero. La hipótesis más plausible parece apuntar a la mente “maquiavellica” de un constructor que, tras edificar un enorme bloque con un gran garaje, se dio cuenta de que quedaban algunos huecos donde no cabían coches. Entonces ocurrió el “big bang”, comenzó a levantar paredes en esos pequeños huecos y les colocó una puerta. Había creado el trastero y ya nada volvería a ser como antes.

¿Qué es el trastero? ¿Para qué sirve? ¿Qué es capaz de hacer por nuestras vidas? Estas y otras muchas preguntas me vienen a la cabeza cuando pienso en él. Es un habitáculo difícil de clasificar, pero después de haber limpiado y ordenado más de uno y de haber meditado mucho, he llegado a las siguientes conclusiones.
El trastero es el lugar donde, por ejemplo, la lámpara que ibas a tirar hoy la guardas para deshacerte de ella dentro de diez años. Por tanto, es un espacio donde las cosas, que ya sabemos que no sirven para nada, entran en estos cuartos oscuros y muchas veces hasta sin ventilación, para vivir en un estado de reposo y meditación casi eternos.

La sociedad y, sobre todo, muchos amigos y familiares te corrompen y te hacen creer que el trastero es necesario. Te meten en la cabeza que una casa sin trastero es como un adolescente sin Facebook.

Al final te convencen y crees que eres afortunado por alquilar o comprar uno. Sin embargo, a partir de ese momento comenzarás a bajar y subir cosas de tu vivienda al trastero y viceversa al menos una vez a la semana. No hay vuelta atrás, ya estás perdido.

A medida que el trastero se llena de trastos, cada vez se hace más difícil entrar en él, y las pocas cosas de utilidad que alberga quedan sepultadas por las que no sirven para nada. Y, como no encuentras lo que necesitas, lo vuelves a comprar. Y poco a poco el círculo se va cerrando.

¿Y tú de qué te ries?, ¿crees que no te veo? Seguramente te ríes porque no tienes trastero y te hace gracia la desgracia de aquellos que si tenemos uno. Pero estoy convencido de que en tu casa hay un lavadero lleno de estanterías laberínticas, donde se esconden los tesoros más desconocidos y olvidados. Levántate ahora mismo del sofá y mira en esos estantes y entre esos botes de limpieza casi vacíos (que te dan pena tirar), y ya veremos quién rie más.

Aunque no existe mayor placer que bajar al trastero, por ejemplo, a buscar el taladro y encontrar, en el rincón más oscuro, tus 10 cartuchos de silicona, por supuesto, totalmente secas. Y en ese momento tu corazón se enternece, porque esos cartuchos los has comprado uno a uno con mucho cariño, para que ahora vivan juntos en tu micromundo de cachivaches.

¿Cómo? ¿No te he oído bien? ¿Pretendes que tire la silicona? ¿Y si entramos en una guerra nuclear y necesito un cilindro de silicona seca para tapar un agujero de una ventana, por donde se está filtrando la radiación? Desde luego, qué poca visión de futuro.

Y, para terminar, qué mejor acto altruista que ofrecer a otros el espacio libre de tu trastero para que guarden sus cosas y formen una hermosa simbiosis con las tuyas. Para después, a medida que pasen los años, poder gozar del placer de contemplar todas aquellas porquerías de las que no nos acordaremos a quién pertenecen.

Copyright © 2015 Literatumas: blog literario de Martin Lapadula

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