¿Qué es el
trastero? ¿Para qué sirve? ¿Qué es capaz de hacer por nuestras
vidas? Estas y otras muchas preguntas me vienen a la cabeza cuando
pienso en él. Es un habitáculo difícil de clasificar, pero
después de haber limpiado y ordenado más de uno y de haber meditado
mucho, he llegado a las siguientes conclusiones.
El trastero es el lugar donde, por ejemplo, la lámpara que ibas a tirar hoy la guardas para deshacerte de ella dentro de diez años. Por tanto, es un espacio donde las cosas, que ya sabemos que no sirven para nada, entran en estos cuartos oscuros y muchas veces hasta sin ventilación, para vivir en un estado de reposo y meditación casi eternos.
El trastero es el lugar donde, por ejemplo, la lámpara que ibas a tirar hoy la guardas para deshacerte de ella dentro de diez años. Por tanto, es un espacio donde las cosas, que ya sabemos que no sirven para nada, entran en estos cuartos oscuros y muchas veces hasta sin ventilación, para vivir en un estado de reposo y meditación casi eternos.
La sociedad y, sobre todo, muchos amigos y familiares te corrompen y te hacen creer que el trastero es necesario. Te meten en la cabeza que una casa sin trastero es como un adolescente sin Facebook.
Al final te
convencen y crees que eres afortunado por alquilar o comprar uno.
Sin embargo, a partir de ese momento comenzarás a bajar y subir
cosas de tu vivienda al trastero y viceversa al menos una vez a la
semana. No hay vuelta atrás, ya estás perdido.
A medida que el
trastero se llena de trastos, cada vez se hace más difícil entrar
en él, y las pocas cosas de utilidad que alberga quedan sepultadas
por las que no sirven para nada. Y, como no encuentras lo que
necesitas, lo vuelves a comprar. Y poco a poco el círculo se va
cerrando.
¿Y tú de qué te
ries?, ¿crees que no te veo? Seguramente te ríes porque no tienes
trastero y te hace gracia la desgracia de aquellos que si tenemos
uno. Pero estoy convencido de que en tu casa hay un lavadero lleno de
estanterías laberínticas, donde se esconden los tesoros más
desconocidos y olvidados. Levántate ahora mismo del sofá y mira en
esos estantes y entre esos botes de limpieza casi vacíos (que te dan
pena tirar), y ya veremos quién rie más.
Aunque no existe
mayor placer que bajar al trastero, por ejemplo, a buscar el taladro
y encontrar, en el rincón más oscuro, tus 10 cartuchos de silicona,
por supuesto, totalmente secas. Y en ese momento tu corazón se
enternece, porque esos cartuchos los has comprado uno a uno con mucho
cariño, para que ahora vivan juntos en tu micromundo de cachivaches.
¿Cómo? ¿No te he
oído bien? ¿Pretendes que tire la silicona? ¿Y si entramos en una
guerra nuclear y necesito un cilindro de silicona seca para tapar un
agujero de una ventana, por donde se está filtrando la radiación?
Desde luego, qué poca visión de futuro.
Y, para terminar,
qué mejor acto altruista que ofrecer a otros el espacio libre de tu
trastero para que guarden sus cosas y formen una hermosa simbiosis
con las tuyas. Para después, a medida que pasen los años, poder
gozar del placer de contemplar todas aquellas porquerías de las que
no nos acordaremos a quién pertenecen.
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Literatumas: blog literario de Martin Lapadula
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