lunes, 1 de febrero de 2016

Camino al submundo


Nos gusta jugar con fuego, nos gusta estar cerca del peligro, nos gusta pasear al borde del precipicio, nos gusta tener la sensación de desafiar a lo establecido, nos gusta transmitir seguridad, nos gusta que nos respeten, nos gusta hacer respetar las normas y al mismo tiempo nos gusta romperlas, en definitiva, nos gusta gustar porque nos gusta sentir cierta sensación de poder.

Puedes dudar o no de la existencia de una vida en el más allá, pero te lo aseguro, no dudes de la puerta que da acceso al submundo.

Hay varias puertas que dan acceso al infierno, que dan acceso a la tentación de entrar en contacto con lo irracional, con el miedo, con sentimientos oscuros, con el dolor y con todo aquello vinculado a las emociones y los instintos más básicos. Y, no puedo decir cómo, yo encontré una de esas puertas.

No me pude resistir, no pude detener a mi mano y la abrí. Lo que vi no tenía ningún sentido, por tanto, otra tentación. Las escaleras que bajan al infierno tienen una dirección ascendente y lo que se ve allí es de una belleza asombrosa. Todo te lo dan hecho, no hay que esforzarse por conseguir nada.

Lo que deseas no hace falta que lo pidas, sólo tienes que pensarlo y se hace realidad. Se respira paz y tranquilidad y puedes disfrutar del poder más absoluto.

La corrupción del alma no radica en hacer el bien o el mal, en el submundo te corrompen dándote cantidades enormes de aquello que a ti te gusta. Y da igual que aquello que te guste sea bueno o malo, lo único que importa es que aquello que te da placer o que te hace sentir bien crezca sin parar en tu interior.

Después de un buen rato subiendo las escaleras, llegas a una especie de cabina de peaje en donde un cartel te anuncia que tienes derecho a hacer una pregunta. Dentro de la cabina se puede observar algo parecido a una figura humana que se mueve constantemente, caminando de un lado al otro sin parar.

El peaje es obligatorio. Estás obligado a preguntar si quieres seguir avanzando por el submundo, de lo contrario, te obligan a dar la vuelta y se acabo el paseo. Así que pregunté: "¿No es este lugar demasiado idílico y hermoso para ser el infierno?"

 "No todo es blanco o negro, bueno o malo, infierno o paraíso. Lo único real es el acceso a este submundo que se adapta a vuestra naturaleza para corromperla. Sólo nos importa alimentar vuestro ego”, respondió.

Y continuó: “Existe una realidad y un submundo y nada más, y puedes pasar de uno al otro vivo o muerto. El submundo puede ser tu paraíso o tu infierno, a nosotros nos da igual lo que quieras ver o sentir una vez que bajes a él. Destruimos tu esencia cuando sólo te escuchas a ti mismo".

Copyright © 2016 Literatumas: blog literario de Martín Lapadula

No hay comentarios:

Publicar un comentario