Después
de mucho tiempo volví el otro día a la universidad para
buscar bibliografía sobre el campo de la
emociones y la Psiquiatría que necesitaba para un
trabajo.
Me llamó la atención un libro estaba en el último pasillo y en el último estante de la última estantería de la biblioteca. Así que tiré de él con fuerza y, para mi sorpresa, cayeron al suelo dos hojas que tenían escrito este pequeño diario que transcribo a continuación:
Me llamó la atención un libro estaba en el último pasillo y en el último estante de la última estantería de la biblioteca. Así que tiré de él con fuerza y, para mi sorpresa, cayeron al suelo dos hojas que tenían escrito este pequeño diario que transcribo a continuación:
Málaga,
7 de marzo de 1967
Necesitaba bajar a las cloacas de mis
emociones, a lo más profundo de mi ser donde todo arde como en un
infierno de sensaciones inexplicables, donde vive nuestra alma
primitiva: la que nunca razona, la que nunca se compadece y mucho
menos teme. Siente y actúa de forma instintiva, sin vacilar, sin
término medio y las consecuencias de su acción son la vida o la
muerte.
El alma primitiva se entrega con el fin de salvar lo que más se ama para, incluso, si es necesario, pagarlo con la vida. Es difícil tener esa claridad de sentimientos: separar lo bueno de lo malo, el amor del odio, la felicidad de la tristeza y el dolor de la alegría porque muchas veces todo parece lo mismo.
Málaga,
4 de abril de 1967
Hoy he recuperado la llave. Ahora que
la tengo en mi poder ya podré decidir cuál será el momento más
adecuado para usarla. Al tacto parece que está hecha de un metal
común, pero se trata de un material extraño. Hace un par de siglos
intentaron fundirla y lo más sorprendente fue, según el viejo que
me contó esta historia, que ni siquiera se calentó. De hecho, en
una ocasión yo mismo la dejé un buen rato en una hoguera y cuando
regresé a ver cómo iba el experimento, la llave seguía ahí sin
inmutarse y fría como el hielo.
Ahora debo cuidarla y protegerla, tratarla con delicadeza y hacer todo lo posible para que, aquellos que conocen su existencia, crean que ha desaparecido para siempre. No es una llave cualquiera, no está hecha para abrir una puerta ni para encontrar en un cofre un tesoro millonario, aunque su poder y sus efectos podrían superar hasta la mayor fortuna del mundo. Se trata de una herramienta confeccionada hace cinco siglos para alterar, anular o cambiar nuestras emociones y, por tanto, nuestro comportamiento.
En plena Guerra Fría este
instrumento podría declinar definitivamente la balanza hacia uno de
los dos bloques. Aquel que logre averiguar cómo funciona la llave
logrará el dominio de la raza humana sin tener que invertir ni un
centavo más en conseguir mejores armas.
Cualquiera podría dominar a la raza humana si es capaz de manipular correctamente esta llave.
A lo largo de la evolución del ser humano la Naturaleza ha conservado nuestro cerebro primitivo y sobre él ha construido nuevas capas. Y es este cerebro primitivo el que gestiona nuestras respuestas automáticas y programadas. ¿Qué significa esto? Sencillamente que la llave da acceso a reprogramar esas respuestas automáticas para ejercer un control total sobre la conducta instintiva de cualquier persona y también sobre sus emociones.
Málaga,
20 de marzo de 1968
Después de unas semanas de ausencia
ya era hora de volver. De recuperar mi lugar, mi posición en la
carrera y de empezar a correr a toda velocidad. No vale la pena mirar
atrás, no quiero pensar más en el pasado, debo seguir hacia delante
y perseguir lo que es mío. No se me puede escapar, casi lo toco con
las puntas de mis dedos y nadie debe quedarse con lo que
legítimamente me pertenece.
No sé hacia dónde me dirijo, pero tengo la sensación de que mi cuerpo si lo sabe. No me puedo detener y me es imposible explicar qué debo hacer cuando llegue a mi destino.
Tengo el cuerpo lleno de heridas y no
siento dolor, tengo pensamientos llenos de odio y no siento dolor y
veo la barbarie a mi alrededor y tampoco siento dolor.
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literario de Martín Lapadula
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