“El cuerpo debe
colocarse en el suelo en forma de cruz con los brazos y los pies
clavados al suelo, no pueden quedar
marcas de violencia en la habitación ni rastros de sangre. Todo tiene que estar limpio y ordenado,
como si no hubiese ocurrido nada, hay que cuidar hasta el más mínimo
detalle. Y lo más importante de todo: el fallecido llevará puesta
ropa nueva y de gala y estará bien peinado, aseado y perfumado”.
“Las
instrucciones de cómo dar muerte al individuo sin dejar ningún tipo
de prueba incriminatoria ya las expliqué en mi nota anterior y, como
ya sabéis, por motivos de seguridad nunca escribo dos veces
lo mismo. Cada instrucción es única y, una vez leída, debe ser
memorizada y destruida”.
Las normas
anteriores parecían sacadas de un manual para cometer un asesinato
sin dejar rastro, pero las órdenes de cómo debía actuar el asesino
después de matar daban a entender que se trataba de un ritual
espiritual o satánico, propio de un desequilibrado mental.
Pero vayamos por
parte. Toda esta historia ocurrió hace unos años. En un papel
viejo, sucio y arrugado estaban escritas estas instrucciones
metidas dentro de un libro de medicina titulado Anestesiología:
ciencia y técnica de la anestesia.
El libro lo encontré
en la calle cuando volvía andando del trabajo hacia mi casa. Estaba
en el suelo, exactamente en medio de la acera por donde caminaba, era
imposible no verlo. En un primer instante pensé en colocarlo en
algún lugar visible por si el dueño volvía a recogerlo, pero un
impulso me hizo levantarlo del suelo y quedármelo para leerlo en
mi casa con más detenimiento.
La portada del
manual de anestesiología era de diseño más o menos actual, sin embargo, al
abrirlo todas sus páginas estaban escritas a mano sobre papiro
y las letras se veían muy borrosas, lo que hacía imposible leer lo
que se explicaba en él. Y justo en la mitad del libro, doblado
varias veces, estaba aquel papel viejo con esas espeluznantes
instrucciones.
Miré el papel y el
libro una y otra vez para ver si encontraba alguna pista que me
llevara a descubrir algo sobre aquel diabólico plan. Después de
pasar una noche en vela analizando línea por línea ambos escritos
encontré la única frase legible del libro que decía: “La
siguiente instrucción está en el Evangelio de Tomás
y en ella se describen las cualidades secretas del ejecutor del
siguiente asesinato. Pronto se sabrá quién es
y a quién debe matar”.
No tenía ni idea de
a qué se refería, así que rápidamente busqué en internet
Evangelio de Tomás y lo que encontré me sorprendió. Se trata de un
evangelio apócrifo, es decir, uno de los textos descartados
para formar parte de la Biblia y, según opinan algunos expertos, es
el más importante porque contiene enseñanzas de Jesús que no
debían divulgarse y que sólo podían ser conocidas por unos pocos
elegidos. Todo esto no tenía nada de sentido.
(CONTINUARÁ la
próxima semana...)
Copyright © 2016 Literatumas: blog literario de Martín Lapadula
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